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Si bloqueas al miedo, convences a la esperanza

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Hay momentos en la vida en los que me siento vulnerable. Quizás parezca paradójico que un experto en desarrollo personal diga algo así. Incluso algina vez me han dicho que me expongo demasiado y que esto puede pasarme factura .Mi marca profesional no está basada en la generación de una imagen de héroe, de alguien que tiene el súper poder de combatir el desaliento y conseguir la fórmula del bálsamo fierabrás. No. Mi imagen y mi marca profesional está basada en un concienzudo postulado de ser congruente: consecuente con lo que digo y coherente con lo que hago. Parte de mi personalidad es frágil, fácil de tocar y de abatir…Y no precisamente por el mundo que me rodea: Estoy preparado, a base de entrenamiento para trabajar en el ruedo día a día, para capear los golpes del destino, para combatir la frustración y adaptarme a la incertidumbre. Nada de esto me hace sufrir….Es el contacto con mi ser interior, con mis pensamiento, cuando no hay nadie, cuando estoy solo, en la penumbra, en el atardecer, en el encuentro con mis palabras, cuando me siento vulnerable.

El sentido etimológico de la palabra vulnerabilidad, viene del latín vulnerabilis, formada de vulnus (herida) y el sufijo –abilis ( indica posibilidad). Es decir que puede ser herido. La regla número uno del combate es no enseñar a tu enemigo los puntos débiles. Yo no tengo enemigos. Para tener enemigos hay que sentir que alguien deliberadamente quiere hacerte el mal. El peor enemigo que tenemos podemos ser nosotros mismos. Porque nos conocemos, sabemos nuestros puntos débiles, y en momentos cruciales, en los que la actitud mental negativa nos invade, podemos caer y atacarnos con flechas envenenadas por miedos irracionales y pensamientos recurrentes dañinos. Nuestra mente es poderosa, capaz de generar más de 60.000 pensamientos al día, cada uno de ellos nos genera motor de vida, motor de cambio, motor de lucha, motor de parálisis. Todas nuestras emociones son importantes, no existen emociones negativas. Lo negativo es el uso que podemos hacer de ellas. Si te hace daño, tendrás que ver que es lo que te conviene. A veces, necesitamos incocular una vacuna para conseguir ser inmunes. Así ocurre con nuestro cerebro, depende cómo trabajemos entrenemos y gestionemos nuestras emociones, conseguiremos si no ser inmunes, adelantarnos al momento crítico de sentirnos “vulnerables”.

La vulnerabilidad es cuestión de cantidad y calidad…a mayor cantidad, la calidad de la vulnerabilidad se acrecienta: Y abriremos fisuras, agujeros metafóricos por donde dejamos que se cuele la culpa, el resentimiento, el dolo, la pena, la amargura….Y al ser vulnerables convertimos nuestro cuerpo en un papel de cebolla, que que solo un pequeño resquicio, el viento lo rompe con una facilidad pasmosa.

Sentirme vulnerable no me convierte en frágil: Me compromete a un entrenamiento diario, para desarrollar estrategias personales que me hacen avanzar. En mi caso: la alimentación, el descanso, la meditación y el deporte están haciendo una labor incuestionable. Correr a diario se ha convertido en el mejor aliado para el desarrollo de endorfinas. Me sirven para luchar contra el dolor, entre otras muchas cosas, y, sobre todo, para ser feliz...

La lectura, el diálogo interior, las conversaciones con buenos amigos, la riqueza de estímulos visuales, la contemplación de belleza, las puestas de sol, los cafés solitarios de media tarde, el trabajar escribiendo a diario, la realización de metas alcanzables, el contacto con personas positivas, mi coach personal, la entereza familiar, mis mascotas, el apoyo de mi pareja, todas, y cada una de estos estímulos me aportan paz y equilibrio. Es lo que que Tara Berner Goleman denomina “alquimia emocional”, aun cuando la vida material proporcione todo el confort necesario, sin paz interior no es posible enfrentarse adecuadamente a situaciones complejas o circunstancias desfavorables.

Y finalizo con un extracto de mi nuevo libro, de la lectura 74: hoja de ruta.

….De repente la esperanza llego desde el corazón a su cabeza, desde el cerebro a sus ojos, y como por arte de magia…el sendero se despejó y vio el camino de baldosas amarillas, el huerto y el olor a primavera fresca.

Sólo era cuestión de actitud:

Si bloqueas al miedo, convences a la esperanza.

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